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lunes, 15 de agosto de 2011

Todo depende del observador



Albert Einstein nos enseñó, a principios del siglo pasado, que los procesos observados dependen de la ubicación y perspectiva de quien los observa. Esto es, introdujo el concepto de “espacio-tiempo” donde las tres coordenadas conocidas (x, y, z) requieren de una 4a dimensión (tiempo-t) para identificar un suceso. Este concepto tiene la característica principal de que a velocidades cercanas a la velocidad de la luz el espacio (x, y, z) se curvea y el tiempo (t) se va deteniendo. Este descubrimiento es la base para los futuros viajes fuera del sistema solar que la humanidad tendrá que realizar para salvarse del holocausto que ocurrirá cuando se acabe el combustible del Sol, nuestra estrella, donde primero se expandirá como una gigante roja y después se convertirá en una enana blanca (no tiene nada que ver con “juicios finales” y otras ridiculeces que pregonan los fanáticos religiosos al describir el “fin del mundo”).

Luego entonces, lo observado puede generar percepciones diferentes dependiendo de quién realice la medición. Un ejemplo cotidiano es la velocidad de una mosca dentro de un autobús en movimiento. El pasajero dentro del autobús tendrá una percepción de la velocidad de la mosca muy diferente a un transeúnte parado viendo pasar al autobús, pues para éste la velocidad de la mosca sería igual a la velocidad del autobús.

Nosotros experimentamos este concepto en todo momento pues nuestro planeta viaja por el espacio a una velocidad de 110 000 km/h y no lo percibimos debido a la fuerza de gravedad que nos retiene y hace que no se sienta la velocidad con la que viajamos a través del universo.

Esta es la explicación científica de las palabras del pendejo de FeCal a los datos publicados hace dos semanas donde el número de pobres en México ha aumentado a más de 50 millones de mexicanos y el muy cretino se defiende diciendo que “gracias a su política económica” no aumentaron más los pobres en nuestro país. ¡Cómo puede caber tanto cinismo en tan poco cuerpo!

En este estado fallido, donde la impartición de justicia está determinada por quién ostente el poder, que la violencia sacude a la sociedad con más de 40 mil muertos en este sexenio sangriento, que el poder político ataca, junto con sus lame-botas en los medios de comunicación, a quienes se oponen a esta realidad, que permite la entrega de nuestra soberanía al imperio gringo, que se somete a los intereses de una jerarquía católica corrupta y mafiosa, que sostiene líderes sindicales corruptos como aliados para ganar elecciones, su sostenimiento solo se puede explicar por un electorado pasivo, que sigue prefiriendo un saco de cemento o unas láminas a cambio de su voto (como sucedió en el Edo. de México) e idiotizado por 500 años de cristianismo impuesto.

¡Pinches religiosos de mierda, pinche iglesia! exclamaría Lorenzo De Tena, el personaje de Elenita Poniatowska en su maravilloso libro “La piel del cielo”, al sentirse cansado del lastre de una religión que ha impedido la investigación de la ciencia y el desarrollo del país con sus dogmas y prácticas ridículas que inhiben el pensamiento crítico de las personas.

Como ejemplo de esto, déjenme platicarles que hace poco más de un mes, trabajando en Orizaba me encontraba departiendo la comida con una señora veracruzana religiosa que me decía que creía en dios pero que no era religiosa (SIC contradictorio) que sentía bastante curiosidad por mi persona porque se enteró que era agnóstico. Pues que me empieza a cuestionar si sabía lo que significaba esta palabra, que si había leído la biblia, que entonces no creía en nada, prácticamente qué cómo podía seguir viviendo si no creía en dios. Pero lo que más me impactó fue que me decía que entonces, como no creía en dios, podía yo decir mentiras (en otras palabras, podía hacer cualquier cosa moralmente considerada como mala). No le entendía por qué me decía eso hasta que me dijo que las personas no mienten ni hacen “cosas malas” por el temor a dios, que si yo no creía en él, entonces no tenía miedo y podía hacer cualquier cosa (SIC y recontra-SIC estúpido).

Esto es, parecería que los fanáticos religiosos no tienen un concepto del bien y del mal propio (en mi persona enseñado dicho concepto por mi madre y no por fantasías bíblicas) sino que el miedo y temor a ser castigados por dios, y la posibilidad de irse al infierno, los detiene a cometer atrocidades, aunque esto es contradictorio pues a través de la historia, el número de muertos (despojos, quemas de herejes, injusticias) provocados por la iglesia, sus dirigentes y los feligreses son cuantificados en cientos de millones de personas.

El 2012 es nuevamente una oportunidad de sacudirse de esa pasividad que indigna y humilla la historia del pueblo mexicano.