Por fin han terminado las dos semanas (semana santa y semana de pascua) donde la miseria humana se manifiesta con toda su crudeza y el fanatismo religioso aflora sin dique que lo contenga.
La representación del “calvario” en Iztapalapa y las escenas de degradación que se transmitieron por TV de diferentes lugares y países donde se “celebran” este tipo de eventos, solo debe darnos vergüenza de que, en pleno Siglo XXI, el fanatismo religioso y la ignorancia sigan de la mano como lo ha sido desde que el hombre ha adorado dioses.
Friedrich Nietzsche, el gran filósofo ateo alemán, criticaba fuertemente esos actos de auto-humillación y autoflagelación derivados de la práctica de la religión cristiana y proclamaba (y reclamaba también) la presencia del “superhombre”, el cual sería aquel que pudiera eliminar de su mente a “dios” y se acercara a la naturaleza. Y solo el hombre puede hacerlo pues es el hombre quien lo ha inventado (de hecho, todos los miles de dioses –¿o millones?- que ha conocido la humanidad, han sido inventados, por necesidad, por los hombres).
Jesús, el hijo de “dios”, base de la religión cristiana, soporta su existencia a través de la Biblia (Nuevo Testamento) y en esta obra (nada divina pues fue escrita por humanos según “inspirados por dios”) se dibuja un dios (o semi-dios pues sería como Hércules que bajó del Monte Olimpo) con cualidades que no demuestran su origen divino: cruel con los animales, con poca sabiduría (comparándola con Confucio y Buda, p. e.) e intolerante y despiadado para aquellos que no acepten sus palabras (¿nos iremos al infierno los que no somos cristianos?, con el desempleo, la violencia y muerte cotidiana, rehenes de las televisoras y de los grandes empresarios, sin espacios educativos y la pobreza de millones de mexicanos a flor de piel, ¿no estamos ya en el infierno?). De aquí que era difícil que yo lo aceptara “en mi corazón”.
¡Ah! ¡Pero uno nunca sabe “los caminos misteriosos que tiene el señor”! He tenido la fortuna de conocer a un Jesús más “humano”, más “creíble”, más “sincero” y más “limitado”, en la obra “El Evangelio según Jesucristo” de José Saramago, escritor portugués Premio Nobel de Literatura 1998. Con la descripción que hace José Saramago de Jesús ha hecho que pueda imaginarlo, dentro de lo mítico que puede ser su existencia nunca comprobada.
La religión cristiana se basa en el sufrimiento, entre más se sufra se estará más cerca de ir al cielo, y María, su madre, así lo aceptaba pues Jehová (o Yavhé) había decidido castigar a Eva y sus descendientes féminas
“aumentando los sufrimientos de tu gravidez, tus hijos nacerán entre dolores”, y “hoy, pasados ya tantos siglos, con tanto dolor acumulado, Dios aún no está satisfecho y mantiene la agonía”, diría la partera Zelomi durante el nacimiento de Jesús.
Su padre humano, el carpintero José, siempre tuvo la incertidumbre de ser quien engendró a Jesús pues no podía explicar (ni María tampoco) la presencia de un ángel que desde que apareció (mera coincidencia) María se embarazó. Se salvó de morir ya que José supo, al escuchar un diálogo entre los soldados romanos, de matar a todos los niños menores de tres años por órdenes de Herodes. Pero este conocimiento se convirtió en una culpa que le persiguió toda su vida pues bien pudo José avisarles a los padres de los demás niños para que huyeran, pero solo quiso salvar al propio. Esta culpa que lo persiguió en sueños quiso enmendarla teniendo tantos hijos como María pudiera soportar, hasta ocho hermanos tuvo Jesús.
Pero nunca pudo liberarse de los sueños donde se veía él buscando niños para ser sacrificados. Culpa que muchos consideramos que debe ser imputable a dios pues, según dicen los que saben, “no se mueve una hoja en este mundo si no es por la voluntad de dios”, por lo que la muerte de los infantes debe ser atribuible a dios por encubrimiento (es lo mismo que pasa con Norberto Rivera que ha encubierto a Nicolás Aguilar como cura pederasta). Por eso Jesús hubiera querido atreverse a preguntar a dios:
¿Cuándo llegará, Señor, el día en que vengas a nosotros para reconocer tus errores ante los hombres?.
Por costumbre de esos tiempos el hijo tenía que tener el mismo oficio que su padre, pero no se le dio eso de la carpintería pues José estaba limitado a hacer piezas que no requirieran de mucho talento, por lo que poco le pudo enseñar a Jesús. Avergonzado de la culpa de su padre y sentirse que su vida se la debió a muchos inocentes cruelmente ejecutados por la espada del soldado romano, se va de casa donde se pasa un tiempo pastoreando ovejas. Aquí es donde conoce a Pastor (el mismo demonio creo) y, en uno de esos duelos verbales sobre lo que es o no es dios, se la deja ir Pastor diciéndole:
“… no me gustaría verme en la piel de un dios que al mismo tiempo guía la mano del puñal asesino y ofrece el cuello que va a ser cortado” y otra: “dios es el único guardián de una prisión donde el único preso es tu dios”.
Conoció a María de Magdala (María Magdalena) y aquí es donde más impacta la figura de Jesús. con su inocencia (cualidad que le llegó al corazón de María de Magdala), y se sonrojó cuando, sabiendo que perdería su virginidad (¡total, mundo hay te quedas!), acepta quedarse en su casa en una encerrona de 8 días. ¡Ah! ¿Quién podría dudar de sus poderes divinos? ¿A quién conocen Uds. que pueda soportar 8 días sin salir de la cama y sin rajarse? María de Magdala tuvo que poner un aviso en la puerta de su casa avisando a sus clientes que estaría ocupada. Y no se notó decepción en la cara de ella, Jesús salió bravo para estos menesteres.
En fin, les recomiendo mucho este libro y ya estoy saboreando la ultima obra de este autor: “Caín”.
Del Jesús señalado en la biblia al Jesús de José Saramago, me quedo con este ultimo.